Por Pablo Felizia
Se fugaron del país, solo en julio de este año, 7,3 millones de dólares por hora mientras la mayoría tratamos de ver cómo hacemos para pagar el alquiler y la factura de la luz. Ese es el modelo económico del gobierno del presidente Javier Milei y Luis Toto Caputo, esa es la orientación, el plan, el rumbo.
Esta nota es posible gracias a la explicación detenida y dedicada del profesor Carlos Ríos, consultado por este medio para poder dar una explicación que la entendamos todos. Además, le pedimos los números.
En cuatro meses –abril, mayo, junio y julio– el drenaje de dólares del sistema financiero (o fuga de capitales o la plata que se sacó del país) ha llegado a 14.719 millones de dólares y marcó una tendencia a acelerarse. Y acelerarse significa que cada vez se va más y más rápido.
Si tenemos en cuenta que todo el endeudamiento contraído por el gobierno del presidente Javier Milei con el FMI es de 14.000 millones de dólares (12.000 + 2.000) la fuga es superior a esta cifra en un 5,14%. No hay plata, dicen.
Y la velocidad con la que avanza este proceso lo demuestran los números de julio: en ese mes, nuestro país perdió 5.432 millones de dólares a razón de 175 millones de dólares diarios, 7,3 por hora y de ahí el título de esta nota.
El dólar flota, decían y no hace tanto. Y de esa forma explicaban que el Estado no intervenía en la acción del mercado. El martes, la mentira quedó al descubierto. Fue Pablo Quirno, el Secretario de Finanzas del gobierno quien dio a conocer la noticia: “El Tesoro Nacional Anuncia que a partir del día de la fecha (por el martes 2 de septiembre) participará en el mercado libre de cambio con el fin de contribuir a su liquidez y normal funcionamiento”. En otras palabras, el gobierno nacional salió a vender dólares para pisar el precio de la divisa hasta las elecciones. La medida es contraria a lo firmado en el fraudulento acuerdo realizado con el FMI ya que en este punto el gobierno debía comprar dólares para acumular reservas y no, como sucede en la realidad, venderlos para financiar la fuga de capitales. Las reservas del Banco Central son negativas en unos 7.000 millones de dólares y los dólares acumulados son “prestados” por lo que exigen el pago de intereses. Esta manera de encarar la economía del país no es nueva, por el contrario es muy parecida a la que llevó adelante Luis Toto Caputo durante el gobierno de Mauricio Macri, similar a la de Martínez de Hoz durante la dictadura iniciada en 1976 y la realizada por Carlos Menem.
A partir del anuncio de esta medida, en los grandes medios de comunicación aparecieron titulares que decían lo siguiente: “Inquietud en Wall Street por la decisión del Tesoro”, “Tensiona el acuerdo con el FMI” o “El riesgo país se acerca a los 1.000 puntos por la decisión de Economía de quemar dólares” y comenzó a hablarse de un nuevo cepo, de corralitos y otras trampas.
Las intervenciones previas y las actuales, las medidas y definiciones no hacen más que profundizar la recesión que domina el escenario de la economía real: cierres de empresas y comercios, no solo pequeñas y medianas, la creciente caída de la actividad económica y del consumo, la pérdida de puestos de trabajos en el sector privado y público entre otras consecuencias que vivimos a diario cuando, por ejemplo, vamos al supermercado.
El patriota Alejandro Olmos, quien denunció el fraude de la deuda externa en la Argentina, dijo en su momento: “O se está al servicio del Pueblo contra la Deuda, o se está contra el Pueblo al servicio de la Deuda”. La fuga de capitales, en dólares, está directamente asociada al creciente endeudamiento del país, en la misma moneda, tomada por el Estado en forma fraudulenta y que es preciso, por tanto, suspender todo pago e investigar a fondo las maniobras y estafas asociadas.
Hay dos frases, dos conceptos, que siempre molestan a quienes toman estas decisiones políticas y económicas: deuda externa fraudulenta y latifundio de grandes terratenientes. En el fondo son solo dos maneras en que se desenvuelve otra de las palabras más temida: la dependencia de nuestra patria a los designios de los países más poderosos. Y por países poderosos nos referimos a aquellos denominados globalizantes, imperialistas o centrales –entre otras maneras de nombrarlos siempre que se hable de sinónimos–. Hay una oligarquía financiera, un pequeño puñado de personas que canjear sus ganancias en pesos por dólares y así, en última instancia, fugan todo ese dinero a sus guaridas fiscales. El resultado final es evidente: los dólares quedan en esas pocas manos y la deuda fraudulenta, ilegal y odiosa pesa, como una lápida, sobre las espadas del pueblo.
Pero hay otro problema que aún no tiene solución y también es grave. Son esas bolas gigantes que crecen de los vencimientos de la deuda en pesos a pesar de las crecientes tasas de interés ofrecidas por el gobierno que llegan a más del 80% anual y en plazos cada vez más cortos.
Vamos a los números. Este mes hay vencimientos por 20 billones de pesos. Sí, billones. En octubre, al filo de las elecciones, hay otro por 17 billones más. El total da 37 billones. ¿A cuánto equivalen esos billones tomando a un dólar a 1.350? Esa era la cotización al cierre de esta nota. Se trata de 27.407 millones de dólares. Si la comparamos con la deuda tomada por el presidente Javier Milei con el FMI, es casi el doble de ese valor. Si esos vencimientos no se renuevan, todos esos pesos correrán al dólar.
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