Un artefacto tan normal como una lámpara, una hoja escrita o una vara pueden ser activadas para bien o para mal
Por César Luis Penna
Dentro de la cultura humana hay ciertos de artefactos que siempre se los trata con cierto cuidado. Muchos de ellos fueron narrados bajo unas palabras encantadoras: Cuenta la leyenda que… o Hay un mito que dice que…Me dijeron que… Escuche que…
Una compilación de cuentos del lejano Oriente que nos trajo el tema de la lámpara con un genio que concede deseos, otra compilación de historias nórdicas que arribaron con espadas mágicas, anillos, collares, capas, varitas y espejos. Justamente uno de estos últimos era el que mal aconsejaba a la bella reina y la envenenaba consejo a consejo. En nuestro país son objetos que otorgan siete años de mala suerte a quien los rompa, por ello se los trata con sumo cuidado, y son los que guían a los que realizan actividades gimnásticas o baile.
En el lado oscuro de la historia también hay objetos mágicos accionados con el verbo, sin él no funcionan, solo son: muñecos, tablas, animales, fotografías, papeles y velas de colores. Pero hay uno en especial que no necesita palabra alguna, para muchos solo son un pedazo de vidrio pintado, para otros objetos de terror.
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