Carlos Aníbal Maciel fue uno de esos personajes que marcan la identidad de un pueblo. Con su pava bajo el brazo y una sonrisa siempre lista, recorrió la ciudad y los corazones, dejando una huella imposible de borrar
Por Vicente Suárez Wollert
Durante décadas, su figura se volvió parte del paisaje cotidiano. No había esquina donde alguien no lo hubiera visto pasar, ni plaza donde no hubiera dejado su risa. Charly Bomba, como todos lo conocían, eligió vivir a su manera: andando.
Carlos Aníbal Maciel era su nombre, aunque de mencionarlo prácticamente nadie en el pueblo sabría de quien se está hablando. Había nacido el 1º de enero de 1956. Aunque muchos consideraban que se trataba de una persona en situación de calle, lo cierto es que tenía un techo en el barrio 3 de Febrero, pero consideró durante décadas que su casa era la calle, las veredas, los amigos. Fue el hombre que se animó a desafiar la lógica de la prisa, que cambió comodidades por libertad y que convirtió cualquier rincón en un lugar para el mate y la charla.
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