Es difícil imaginar que tantas cosas le pueden suceder a una sola persona, pero sí. Cómo se afronta cada desafío en una sociedad mediada por la razón, la tecnología y la incredulidad
Por César Luis Penna
Un día mi compañera me preguntó:
–¿Vos nunca sentiste algo raro acá?
–¿Cómo Chiquito que es un perrito raro?
–No, porque anoche cuando me levanté al baño me pareció ver alguien sentado en el sillón, pero no me dio miedo, tenía una sensación de paz, tranquilidad, por un momento pensé que era tu…
–Me parece raro –le dije mirando el sillón– porque ese era el sillón del Bodo (mi perro), el de mi viejo lo desarmé entero y lo tiré.
Di la conversación por terminada, y me fui a apagar todas las luces para ir a dormir, no vaya a ser que estuviera en trance o algo parecido.
Nuestro barrio siempre tuvo cuestiones anormales, pero nadie las contó por el clásico miedo al qué dirán y el dedo acusador. Ya había pasado el episodio del espejo, resuelto con agua bendita, rituales paganos y los gatos cuidadores. Nadie hubiera pensado que nuevas cosas pasarían en tan escasos metros cuadrados.
Pisadas
Un sábado estaba haciendo la limpieza y vi que salía mucho humo de la casa de una vecina. Por un momento pensé que se incendiaba. Terminé de limpiar y esperé un rato y pasó todo. Resulta que la vecina estaba haciendo una “limpieza espiritual”, me di cuenta porque cuando fui a tirar la basura y vi un cuenco aún humeando con cositas. No le di mucha importancia al asunto hasta que algunas pequeñas cosas comenzaron a suceder. ¿Habrán sido a causa de esa limpieza que desparramo “los cosos” por todos lados?
Una tarde llegué del gimnasio y después de darme un baño me fui a dormir una siestita. Pero la cama no estaba sola, estaba Compañera acostada con Chiquito. Como no entraba me fui a la otra habitación, puse la radio en el celular y me predispuse a dormir. Cuando ya me iba en el barco para el otro lado, sentí pisadas sobre el colchón, algo así como las de un perro grande. Abrí los ojos de inmediato… nada. Esta misma experiencia sucedió unas semanas después con Compañera a mi lado, y Chiquito durmiendo en su cuna. Hasta ahí podría ser fruto de estar entredormido pensando en perros fantasmas, ponele. Igual hice una pasada con el palo santo por todos lados por las dudas.
Traté de olvidarme del asunto porque me iban a torturar con cambiarme de casa si contaba algo, ya había sido torturado por casi un año para que satisfaga la ambición de otra persona por un Fiat 147, tan solo por unos paseitos en moto con cero grados, y unos pocitos en el asfalto regalados por el municipio. Pero un día volviendo del coro vi una persona de espaldas que entraba a la casa del vecino sin abrir la puerta. Justo en la casa donde un integrante de los ex-dueños muriera por un ataque de asma en el acceso a la misma.
Otra vez salió el palo a salvar la situación, junto con un rosario bendecido por Monseñor Estanislao. Pasaron un par de días y me disponía a dormir la siesta con mi talismán con patitas, y cuando ya estaba en las tinieblas del sueño escuché un claro ¡TOC! ¡TOC! sobre la puerta de la habitación; la puerta de acceso, la trasera, y las ventanas estaban cerradas, estaba solo y el guardián dormía. Claramente se me fue el sueño. Esa experiencia me retrotrajo al día después que había muerto mi madre: estaba en la cama cucheta y me quedé remoloneando sin ganas para levantarme jamás y de repente sentí una mano sobre mi rostro como una caricia; entré en llanto silencioso, sin abrir los párpados.
Caminos de lo inesperado
Todo me llevó a buscar soluciones por todos lados, la lógica primero y ese estado de semi sueño, lo esotérico, y el reiki (recomendado por mi amigo Diego). Descartada la lógica porque nunca fui de consumir textos de terror o películas que se me metieran en el inconsciente, y descartado que fuera mi perro que tiene diez centímetros de alto como para provocar esas “pisadas”, fuí por el reiki. No sé si todas las experiencias son iguales pero la mía fue entre desconcertante y sorprendente. Me dijo que veía alguien junto a mí, que era mi madre. Pero en la última sesión, cuando llegó a la rodilla (envenenada) la reikista me aseguró que veía una sombra maligna que me llevaría a lo peor. La señora me abandonó por miedo, no sabía cómo tratar esas cosas, ni comunicarlo porque me lo dijo a través de mi amigo. Así es que ahí estaba “maldecido o envenenado” aunque yo me sentía igual que siempre.
Como la cosa no andaba por ahí recurrí a un conocido que le decían el Jevi, que era una especie de Chamán. Cuando lo conocí estaba haciéndole una sesión de hipnosis a nuestro bajista. Por cosas de la vida, convivimos un tiempo con él y le conté un sueño vivido, que había tenido en el que estaba acostado y sentía esas pisadas en el colchón de siempre… di un manotazo en el aire sin mirar y agarré algo que era como un reptil, me fui caminando hacia fuera (mi casa se veía igual que en la realidad) la cosa se movía queriendo escapar pero la revolié hacia abajo y cayó como algo negro, una especie de brea, y como el terminator malo se juntó y se convirtió en gato y salió corriendo.
–¡Un reptiliano! –grito con seguridad–. Hagamos una sesión. ¡Ya!
Solo pude decir bueno y me predispuse a las sesiones de hipnosis. Los episodios de las pisadas no se dieron nunca más, bien hipnotizado quedé.
Creer o reventar
Una novia bruja que tuve alguna vez me dijo que los “malos espíritus” odian los olores dulces y ricos como los del palo santo y los sahumerios. Más allá de las alergias… hay que prestar atención a esas cosas, por eso, hay chamanes que pitan cigarrillos ante determinados casos, o les pasan ramas aromáticas; es para eliminar esas cosas que se prenden a la gente haciéndolas sentir mal, al menos desde lo espiritual o energético.
Por un tiempo todo estuvo bien hasta que invité a alguien a quedarse en casa. No pude prender un sahumerio en tres años, ni un palo santo, porque a la persona le molestaba. O a las cosas que llevaba esa persona les molestaban. Toda la protección que había logrado se había esfumado y fui envuelto por todas esas oscuridades, que me aplastaban en vida. Más de una vez me pasó durmiendo sentir una pesada sensación de inmovilidad, creo que tuve un par de preinfartos mientras me pasaba, para no hablar de los sueños en dulces imposibles de salir. Cuando me quedé solo, volvieron Don Palo Santo y el Tío Sahumerio para dormir tranquilo y soñar lo de siempre, que pierdo la moto. Como decían en el campo… creer o reventar.

Noches tranquilas
Por otro lado, las noches más tranquilas las pasé en “la casa embrujada” de un amigo. Ni bien me quedé solo le arreglé la tapa del baño, le compré bateas nuevas para sus gatos y perros, le limpié la cocina entera, y las vueltas del perro se las hacía más largas. Cosas que no soportaba ver cuando lo visitaba pero no se lo decía porque “cada uno que se arregle con sus cosas”, pero como estaba a cargo… Por la noche después de trabajar en una de mis últimas materias dejaba que entraran los gatos y el perro… Me despertaba con un gato en los pies y otro en el pasillo durmiendo con el perro. Después limpiaba como un animal porque los dueños me iban a matar si sabían. Un par de noches hice el ritual del palo santo y listo. Al dueño las sombras no lo dejaban tranquilo, y los espectros le dejaban residuos espectrales en los muebles, estaban a pocas semanas de que volaran cosas por todos lados. Mi amigo no vivía tranquilo ni su mujer tampoco. Cuando volvieron a las semanas, me contaron que alquilaron una casa con fantasmas y todo, llamaron a la inmobiliaria pero dijeron que no sabían nada del asunto. Cuando se despertaron al otro día, mi amigo bajó y vio como un abuelo atravesaba el living para sentarse en un sillón. Su mujer bajó detrás de él y ese día no lo vio, pero sí al otro. Pareciera que se llevaron los fantasmas de viaje porque la sombra de la puerta estaba también con ellos.
Pasaron unos meses de su vuelta y mi amigo me contó que un día llegó de trabajar y vio a su señora hablando sola, tan sola no, hablaba con “una abuela” que estaba atrapada en el patio… y creo que me delató con lo de los gatos porque me preguntó después, pero me hice el tonto, como todo argentino.
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