En las escuelas rurales late el corazón de la patria

Alumnos y docentes disfrutaron de la 3ª Feria del Libro en  la zona de Isletas y Costa Grande, Departamento Diamante. Una experiencia para ir al encuentro con otros. El desafío de garantizar el derecho a la enseñanza

Por Pablo Felizia

La Bandera fue izada a media asta ante el duelo por la muerte del Papa Francisco. La tarea estuvo a cargo de un grupo de estudiantes de diferentes escuelas rurales de la provincia. Minutos después, en una soleada mañana del viernes 25 de abril, comenzó la 3ª Feria del Libro en la institución número 34. Participaron 10 escuelas en zona de Isletas y Costa Grande, distritos del Departamento Diamante. Unos 100 gurises de todas las edades juntos a sus docentes aprendieron a bailar la chamarrita, se expresaron con manualidades y artes, participaron de una charla sobre identidad entrerriana y recorrieron libros de autores de nuestra región.

Alejandro Acosta llega todas las mañanas a la escuela. Es el director y cuenta con dos alumnos. “Todos tienen el derecho a educarse”, dijo a El Telégrafo de Entre Ríos. Por la calle de tierra pasaban algunas máquinas y un par de camionetas cargadas de rollos de alfalfa.

–¿Cuántos caballos tiene usted? –preguntó una niña de alpargatas.

–Ninguno –respondió uno de los docentes que se encontraban en el lugar.

–Nosotros tenemos cinco, son propios –dijo ella.  

El docenteAlejandro Acosta estaba muy contento, se notaba de solo escucharlo hablar con sus pares y con otros niños. Ver su escuela llena de voces, de movimiento, era un contraste a la cotidianeidad de los días.  

“Lo de hoy es un acontecimiento realmente muy lindo porque pudimos lograr que se arreglen las escuelas y compartir esta actividad que nos es muy común en la zona rural. Queremos aprovechar para que los chicos estén juntos”, dijo. Es el único personal de la institución y hay una maestra de música que llega hasta ahí una vez a la semana. Contó también que están en la búsqueda de crear unas horas para que un profesor de gimnasia también pueda desarrollar su labor. Para llegar a la escuela hay que entrar por un camino rural después de pasar Diamante, camino a Victoria, mano izquierda y recorrer varios kilómetros de tierra. “Acá hacemos todo”, agregó el docente. 

Uno de sus alumnos es de la zona y otro de la ciudad de Diamante porque su mamá es maestra jardinera en una de las escuelas más cercanas. Para Acosta es una experiencia importante. Si bien ya trabajó en otras escuelas rurales, es la primera vez que le toca una con tan pocos alumnos. “Es un desafío porque tenés que venir siempre y con el doble de las pilas, traer actividades para que los chicos no se aburran, son dos nada más y bueno, compartimos recreos, jugamos y tratamos siempre de traer iniciativas innovadoras para las horas diarias de clase. Todos tienen el derecho a ser educados, sea uno, sean dos, sean 10, 15, los que sean. Las escuelas rurales, sobre todo las primarias existieron siempre, pero desde hace un tiempo que también existen las escuelas secundarias. Entonces, el chico que termina la primaria tiene la posibilidad de poder extender su educación. Acá en la zona hay dos escuelas secundarias muy grandes y la verdad que es una posibilidad para no tener que trasladarse a la ciudad. Y cuando sucedía eso, la mayoría no podía continuar el secundario. Entonces, fíjate si no es importante tener educación, tanto primaria como secundaria en la zona”, reflexionó. 

Víctor Hugo Acosta, identidad entrerriana.

El arraigo de los jóvenes en el campo es muy difícil, sobre todo por la falta de oportunidades, de puestos de trabajo, de tierras para producir; es dificultosa la planificación de una vida en esas condiciones. “No hay laburo. Acá, por ejemplo, en esta escuela en particular se ha ido la gente, justamente porque no hay nada que los retenga laboralmente. ¿Y esas familias dónde terminan? Terminan en la ciudad y acá quedan muy pocos; quedan los dueños, nada más, y gente grande, de los hijos, uno o dos a cargo del campo y después los demás se van todos a la ciudad buscando otras posibilidades”, explicó.

La institución a la que pertenece siempre fue chica en cuanto a número de estudiantes y docentes, pero llegaron a asistir más de 15 gurises.

El honor.

La posibilidad de compartir

Rosario Crick Chort junto a Víctor Hugo Acosta –escritor e integrante de Las Voces de Montiel– fue una de las organizadoras de la Feria del Libro y de las actividades que se realizaron en la mañana con las escuelas en el campo.

La mujer fue maestra rural y conoce las necesidades de compartir. “El ámbito de encuentro es muy difícil. Y el maestro rural y los chicos están muy en solitario. Y este tipo de actividades se presta al intercambio, a aprender, a socializar”, contó. Por eso llevaron adelante la iniciativa que ya cumplió tres años. 

Desde la primera experiencia notaron que la propuesta hacía muy bien, sobre todo a los chicos. “Y a los docentes, los veo muy entusiasmados de poder hablar con otros, con sus pares, es una posibilidad de poder intercambiar experiencias, de poder ver libros nuevos. Entonces, de eso se trata”, contó. 

Rosario Crick Chort estuvo a cargo del área de plástica, de manualidades. Víctor Hugo Acosta de Identidad Entrerriana junto a su guitarra, la danza estuvo en las manos –y en los pies– de Camila Correa y los libros del equipo de Ana Editorial. También llegaron unas narradoras de Ramírez que contaron cuentos y fueron muy aplaudidas. 

Defender lo nuestro

Camila Correa es maestra de educación primaria y profesora de danzas folklórica. Esa mañana  llevaba el guardapolvo en su bolso porque después de la feria tenía que ir a dar clases. 

Mientras respondía a algunas preguntas, una docente se acercó con una bandeja llena de facturas y tortas, era la hora del desayuno. Los chicos jugaban, corrían; se divertían. Y los docentes hablaban entre ellos, era un buen momento. 

Camila Correa tiene mucha experiencia porque además de dar clases en las escuelas cuenta con un grupo de baile. La alegría de su impronta al compartir la danza con los chicos, hizo suponer de inmediato que esa es la forma que encontró para expresarse y para dar cuenta de la identidad de nuestro pueblo.  

“Cuando vos iniciás las actividades, hay unas ganas de participar muy grandes. Yo creo que tiene que ver un poco con la invitación, con lo que les ofrezco en el momento. No sé, por ahí capaz que esto de ser docente, tengo como otras estrategias, y la invitación es clave. Si a un chico se lo invita a hacer cualquier cosa de mala gana, es como que no va a funcionar. Pero si uno tiene la predisposición, las ganas y se lo demuestra, los chicos se enganchan”. 

La danza a cargo de Camila Correa.

Contó que esta fue la primera vez que dio un taller en la zona. “Víctor Acosta me propuso dar un taller específico de chamarrita, que es una de las danzas tradicionales que tenemos en Entre Ríos y que por ahí se va perdiendo porque no tiene la popularidad de las chacareras o los gatos, por ejemplo, que vemos en actos escolares”, destacó.

Camila Correa llevaba una remera con el escudo de la República Argentina. “No sé, yo suelo vestirme de esta forma porque me dedico a defender lo nuestro, entonces me parece que mostrarme físicamente así es parte de lo que soy”.

Los alumnos y sus docentes también recorrieron los libros, los leyeron, los miraron, compartieron el momento y la importancia de leer todo lo que se pueda leer, sobre todo aquellos textos que tienen algo para decir. 

Manualidades y artes.

La mañana terminaba y el mediodía avanzaba sobre la escuela y los campos lindantes. A lo lejos, no tanto, el arroyo Doll seguía su curso. De a poco, cada grupo se reencontró en el patio central y emprendió el regreso. Los organizadores de la feria también y la escuela volvió a quedar en silencio, pero solo hasta el lunes siguiente cuando el docente Alejandro Acosta y sus dos alumnos volvieron para izar la Bandera, defender la educación pública y luchar por un futuro mejor para ellos y para todos.     

Los libros en sus manos.