Rufina Figueredo y la militancia como el motor de toda una vida 

Sin buscar protagonismo, una mujer de Santa Elena encarna una forma comprometida, silenciosa y persistente de llevar adelante sus ideas. Une historia, trabajo y territorio para transformar la realidad

Por Vicente Suárez Wollert

Rufina Figueredo nació y creció en Santa Elena, en el seno de una familia numerosa y trabajadora. Fueron 15 hermanos criados con esfuerzo, entre carencias y valores fuertes, en una ciudad que tenía por entonces en el frigorífico a su principal fuente de empleo. Su padre trabajaba allí. Su madre preparaba viandas para los trabajadores hospedados en el antiguo hotel para empleados, y lavaba a mano la ropa blanca de uso laboral, que luego planchaba con esmero.

Los impecables trajes que aún hoy aparecen en fotos históricas, relucientes y pulcros, pasaron por sus manos. De esas tareas silenciosas pero indispensables emergen los primeros signos del compromiso que luego heredaría su hija: la convicción de que todo trabajo importa, y que desde cada rol se puede aportar a una comunidad. Llegó ella misma a vestir esas prendas cuando la administración del hoy gigante dormido la incorporó en sus filas y supo de las técnicas de blanqueo y almidonado para lucir su ajuar obrero orgullosa.

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